Hasta la fecha, el mundial de Sudáfrica será recordado con el correr de los años, como el mundial de las vuvuzelas. Todos tocan vuvuzelas. Las hacen sonar. Juntan aire, llenan los pulmones y sin esperar demasiado, inflan sus bocas para generar un sonido similar a una colmena derribada.
El de al lado se mete la vuvuzela en la boca y te mira con los ojos bien abiertos. Mientras sopla te indica que lo imites. Vos le hacés caso y ponés a sonar tu vuvuzela. Ya sos parte del mundial. Suenan todas las vuvuzelas en el estadio. Todos soplan y generan una sordera masiva en el partido. Afuera también suenan y los vendedores ya no sólo te venden la enfermedad sino también el remedio: la promo es, vuvuzela más tapones de oídos. La verdad es que están a buen precio, y usted compra.
Desde la tribuna ve que los jugadores no se escuchan cuando se dan indicaciones dentro del campo de juego y menos lo hacen con los técnicos ubicados en los bancos de suplentes. El silbato del réferi tampoco lo oye y se da cuenta de una falta porque uno cae al suelo o porque otro toma la pelota con la mano y la acomoda en el césped.
El que está a su izquierda también tiene su vuvuzela. La disfruta más que usted. Toca cada siete segundos y en cambio usted lo hace cada tres o cuatro minutos ¿Su problema es que tiene asma y se le complica con la renovación del aire? No lo sabía. Pero igual mire al muy feliz de su vecino que toca cada vez como si fuera la última en su vida. ¡Cómo suena esa vuvuzela! A la suya, para ser sincero no se la escucha sonar. Es tanto el ruido general de todas sonando al mismo tiempo, que se pierde y da lo mismo que no la toque. Pero igual decide soplarla ¡Qué optimismo! Está bien en no preocuparse, total quién sabe si suena a no.
Qué mala fortuna que se haya quedado sin aire. Suspenda la vuvuzela por unos diez minutos, a ver si todavía queda seco en la tribuna por soplar una trompeta de porquería. Pasan veinte y siente una puntada en el pecho que lo está matando. Ahora está asustado en serio y el partido le importa poco y nada. Se le cierra la garganta y la puntada la siente como si un cuchillo lo clavara y se quedara escarbando, haciéndole daño. El de al lado suyo ni lo mira porque sigue tocando la vuvuzela y el del otro costado no lo alcanza a ver porque usted cae de rodillas en la tribuna con la vuvuzela en la mano. Queda en cuatro patas sobre uno de los asientos celestes y ya no le importa que vaya a ocurrir. Discúlpeme, pero me parece que da una imagen muy triste a las demás personas, pero no se preocupe, porque nadie lo ve. Todos miran el partido que está realmente emocionante y además tocan alegres sus vuvuzelas. ¿Pero qué es lo que hace? Se mete la vuvuzela en la boca y la intenta hacer sonar con el poco y casi imperceptible aire que le queda. ¿Cree que ha sonado? Le digo que no se escucha, pero usted la siente en su interior y eso lo pone feliz. Está contento porque piensa que tal vez, pueda ser la última vez que la haga sonar y también porque tal vez sea su último partido en un mundial, el mundial... de las famosas vuvuzelas.
3 comentarios:
¡Quiero mi vuvuzela! ay, qué feliz sería!
¿Sabés que leía en el diario cosas como "Francia logró transmitir sin el ruido de vuvuzuelas" y no entendía a qué se refería? ¿tendré que mirar algún partido sino para finalmente ver al famoso Messi, al menos oir las vuvuzuelas? ¡Quiero mi vuvuzuela!
Va a sonar va a sonar....Téngale fé a la selesion...jeje !!!!!!!!!!!
Como decía el último comentario, va a sonar, pero la selección. Se busca TÉCNICO. No importa se dirigió algo algunas vez.
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