Da pena verlo llegar. El cuerpo molido y desganado, la cabeza sostenida por un hilo de cuello y los pasos que sus piernas apenas creen. Nadie lo abraza, ni le explica que es la primera vez pero no la última que le sucede situación tan dolorosa. Nadie tampoco sabe, ni imagina, qué palabras lo pueden sacar de aquel pozo que parece de arena.
No sabe qué lo puede ayudar porque nunca le ha sucedido cosa igual y porque una única vida es lo que está condenado a vivir. Puede responder como lo hace un simple vidrio: romperse o resistir, pero tampoco lo piensa. Sólo lo inunda un deseo que lo carcome por dentro: la culpa. Se siente responsable, como si no hubiera podido responder a Caronte, y camina por su pieza como si estuviera condenado a cien años de lamentos. ¿Cuál es el motivo de tanto dolor en el alma? ¿Qué existe tan grave para que esté como ahora? ¿Qué hay tan irreversible para un arquero en un partido de fútbol? ¿Tanto mal puede hacerle un gol en contra? ¿Tanto sufrimiento puede producirle un error que posibilite un gol de los contrarios? Simplemente la causa es su corta edad. A los siete años no son muchos los errores groseros que se pueden cometer, pero esos escasos te marcan para siempre. Éste error es uno de ellos. Lo vive como si la pelota fuera Desdémona y él el moro de Venecia. Su mundo hoy es sólo este dolor y nada más. Es ese balón que se le coló entre sus manos y que traspasó de manera lenta esa línea de cal. ¿Quién hay que pueda decirle que le va a volver suceder? Si lo supiera, dejaría todo en este mismo momento. No hay nadie que se atreva. Sólo el eterno retorno de una situación que volverá a demostrarle que se puede repetir.
Da Pena
jueves, 27 de mayo de 2010
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Pecados Futboriles: Luxurĭa
viernes, 21 de mayo de 2010
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El viaje
lunes, 17 de mayo de 2010
Entro al colectivo y mientras coloco las monedas en la máquina, observo que en el fondo hay un asiento de los individuales libre. Tomo el boleto y avanzo con ciertas dificultades porque el chofer frena de golpe y comienza a acelerar repentinamente. Logro sentarme. La espalda me duele demasiado y los pies se me han hinchado de tal manera, que las tiras de las sandalias comienzan a esconderse entre medio de la carne. Intento abrir la ventanilla pero no logro hacerlo; no poseo la fuerza suficiente. No me importa, ya que aunque con calor, estoy cómodamente sentada.
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Dos libros
martes, 11 de mayo de 2010
No quiero recomendar dos libros por no haberlos leído. Distinto es decir que no los recomiendo. Pero los puedo mencionar para saber de su existencia, que es lo más importante.
Son dos trabajos sobre fútbol, que en estos días se presentaron en el contexto de La feria del libro. Uno es "Ganar es de perdedores" de Ariel Magnus y el otro "La patria transpirada. Argentina en los mundiales" (nueva edición) de Juan Sasturain.
El libro de Magnus es de relatos y si bien ha rozado el fútbol en sus anteriores trabajos, es la primera vez que dedica de manera completa un libro al mundo de la pelota. El de Saturain analiza con su particular mirada todos los mundiales de fútbol y en esta oportunidad, amplía su edición anterior publicada en 2006 hasta las vísperas de Sudáfrica 2010. Como para que no queden dudas de la importancia que tienen en la vida de Juan dichos eventos, señala: "los ciclos en la vida de los hombres –incluyendo el recuento de hijos, esposas, ex esposas, estados físicos, anímicos o financieros– se cuentan en períodos cuatrianuales, precisamente delimitados por cada Mundial.
De Magnus no he leído nada, pero lo voy a hacer. De Sasturain, puedo decir que tuve la suerte de leer uno de los mejores cuentos que existen sobre fútbol llamado "Campitos".
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domingo, 9 de mayo de 2010
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Pecados Futboriles: Delatĭo
sábado, 8 de mayo de 2010
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Diálogos II: P y H
miércoles, 5 de mayo de 2010
P: ¿Por qué llorás hora?
H: Por nada
P: No se puede llorar por nada
H: Sí que se puede: ¡mirá! (llora más fuerte)
P: Decile a tu padre que te pasa, por favor
H: Me da vergüenza
P: Pero si no me lo decís a mí, a quién sino...
H: A mamá
P: No está, vuelve a la noche
H: ¿Si la espero?
P: ¿Llorando?
H: No, paro y arranco un rato antes que llegue
P: Contámelo a mí, que yo te escucho
H: Está bien... (Vacila)
P: Dale, soy todo oídos.
H: Bueno... (Más decidido) pasó hoy en el cole
P: Limpiáte las lágrimas primero
H: (limpiándose con la manga) fue en el recreo
P: ¿Qué pasó?
H: Me gritaron gordo puto
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