Hasta este momento no he publicado textos de otras personas, pero siempre hay una primera vez. Y como es mi mala costumbre estar errado en el tiempo, la nota fue escrita en otro momento, lejano al presente, a la actualidad futbolera. Se podría decir que seis meses atrás mantiene un vínculo de cercanía con la actualidad, pero en el fútbol es historia pasada, tan sólo datos estadísticos que pueden sobrevivir almacenados en un libro, foto o video de filmación.
Lo que voy a publicar lo escribió Pedro Mairal para el diario Perfil del 2 de Julio del 2010, pero yo lo encontré hace tan sólo unos días en su blog elseniordeabajo.blogspot.com. En un principio dudé de ponerlo en el blog por dos motivos. El primero porque la nota hace referencia a un hecho que sucedió hace más de medio año, razón que deseché sin mucho esfuerzo porque entendí que el valor del escrito estaba en el estilo y las ideas, cuestiones que no necesitan de actualidad para ser apreciadas, y el segundo motivo fue que me pregunté, de qué sirve que publique algo que no escribí y que pensó otro. Pero una sola respuesta inmediata me surgió e hizo que tomara esta decisión: al lector no le importa de quién es el escrito, sino si es bueno y lo disfruta. Yo lector del blog de Mairal lo disfruté y me hubiese gustado haberlo escrito, pero no sólo que no pude sino que ni siquiera lo intenté. Entonces, sin ninguna clase de timidez por tomarme la libertad de publicar lo que no es de uno, los dejo con la voz ajena, la de Pedro, que sin dudas, es el responsable absoluto de esta nota.
Dativo ético
Por Pedro Mairal
(Perfil, 2 de julio de 2010)
(Perfil, 2 de julio de 2010)
Cuando Maradona lo hace entrar a Palermo en el partido contra Grecia y, según sus propias palabras, le dice al oído “definímelo”, está usando una forma gramatical que se llama dativo ético o dativo de interés. Es la misma expresión que usan las madres cuando dicen: el nene no me come. (El nene no me come, doctor. No, señora, el nene no la traga.). Definímelo, dice Maradona. También le dice a Mancuso: Traémelo a Palermo. Y en una entrevista reciente: “Son jugadores que me están rindiendo de una manera increíble en los entrenamientos”. El dativo ético es una manera de subrayar una participación afectiva. Una vez escuché a una madre justificar por qué no le convencía para nada la novia del hijo, diciendo: “Me le fuma encima, se me le abalanza…”. Ese “me” es un complemento indirecto con el que podemos involucrarnos más en la acción que contamos y mostrar así un vínculo sentimental. Entonces Maradona, que siempre se ha caracterizado por ser efectivo y certero con las piernas y la lengua, dice definímelo porque el partido es como su hijo. Los jugadores en alguna extraña manera se lo juegan a Maradona y para Maradona.
Nunca había visto un DT tan comprometido afectivamente con lo que sucede en la cancha. El despliegue emocional de los otros directores técnicos, incluso los más efusivos, es el enojo, los nervios, la explosión colérica, como Bielsa durante la derrota de Chile frente a Brasil. Pero Maradona llora, se cuelga de un suplente como un koala, hace panzazo de foca de acuario sobre el pasto. Porque el partido es su criatura. Si Argentina gana, Maradona lo gana. Si Argentina pierde, Maradona lo pierde. Al borde de la cancha quiere que sus jugadores le cuiden el partido, que se lo ganen. Por eso no se sienta, sino que se queda ahí parado, porque está custodiando algo que es de él (porque fue de él cuando era el mejor jugador del mundo, y ahora no lo quiere soltar). Se para al borde de la cancha como un expulsado que, aunque no le permitan jugar, no puede dejar de involucrarse. Maradona siente el partido porque el partido sucede dentro de él. Lo ansía, lo extraña, lo necesita, lo dirige.
Nunca había visto un DT tan comprometido afectivamente con lo que sucede en la cancha. El despliegue emocional de los otros directores técnicos, incluso los más efusivos, es el enojo, los nervios, la explosión colérica, como Bielsa durante la derrota de Chile frente a Brasil. Pero Maradona llora, se cuelga de un suplente como un koala, hace panzazo de foca de acuario sobre el pasto. Porque el partido es su criatura. Si Argentina gana, Maradona lo gana. Si Argentina pierde, Maradona lo pierde. Al borde de la cancha quiere que sus jugadores le cuiden el partido, que se lo ganen. Por eso no se sienta, sino que se queda ahí parado, porque está custodiando algo que es de él (porque fue de él cuando era el mejor jugador del mundo, y ahora no lo quiere soltar). Se para al borde de la cancha como un expulsado que, aunque no le permitan jugar, no puede dejar de involucrarse. Maradona siente el partido porque el partido sucede dentro de él. Lo ansía, lo extraña, lo necesita, lo dirige.
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