Argentina enfrenta a Inglaterra por los octavos de final de la Copa Mundial de Francia de 1998. El polaco Narek Kopaczen en su casa de Polonia, al igual que Mick Jagger en el estadio y millones de personas por televisión en el mundo, miran el partido con gran expectativa. Penal para Argentina inventado por Simeone, gol de Batistuta (1-0). El Polaco Kopaczen en su casa se sirve una porción de Pai con una gaseosa. Penal inventado por Owen, gol de Shearer (1-1). Corrida serpenteante de Owen que deja a Chamot y a Ayala en ridículo: gol de Inglaterra. Argentina pierde 2 a 1. Para los 45 minutos del segundo tiempo el resultado es el mismo, y el árbitro cobra tiro libre para los dirigidos por Passarella. El polaco toma la llave de su auto y espera el final del partido para irse a trabajar. La falta se realiza con una jugada planificada que culmina con gol agónico de zurda de Javier Zanetti (2-2). En mi casa se rompe una botella de aceite que estaba sobre la mesa por un golpe de alegría del Tingui, un compañero de facultad. Todos los argentinos festejan el gol esperanzador y minutos más tarde también lo hará el polaco Kopaczen, pero no debido al triunfo de la selección de Passarella. El partido va a tiempo suplementario para dirimir quién será el que pase a cuartos y el polaco Kopaczen, decide quedarse en su casa un rato más a ver el desenlace apasionante del match mundialista.
En el tiempo suplementario no se marcan diferencias y el resultado se mantiene en empate en dos. En la ciudad de Szdlowiec en Polonia, explota una bomba en un auto, y el partido finalmente va a la definición por los tiros desde el punto penal, que el polaco Kopaczen ya no verá. Argentina doblega al equipo inglés por 4 a 3 y supera la primera ronda de eliminación directa del mundial. Millones de camisetas celestes y blancas celebran el triunfo, y principalmente, la eliminación de los ingleses. El Polaco Kopaczen yace sentado en la vereda de su casa, respira con profundidad y con una mirada incrédula, observa lo que podría haber sido su final.
Por aquellos días de 1998, Narek Kopaczen es fiscal en Polonia y lleva a cabo una investigación sobre una banda que se dedica a negocios turbios, chantajes y extorciones. Kopaczen viene siendo víctima de amenazas por esta banda que, después de haber estudiado detalladamente sus movimientos, coloca una bomba activada por reloj en su auto, teniendo el conocimiento del horario en el que el fiscal sale para trasladarse a su lugar de trabajo.
Seis años después del incidente, la historia sale a la luz, porque el polaco Kopaczen le envía una carta a Zanetti, en la que le agradece haber convertido el gol, el cual permitió que, tanto él como los argentinos siguieran con vida, aclarando que estos últimos en el mundial. Zanetti se asombra y acepta el cumplido. Periodistas enterados de la noticia lo van a buscar, para escuchar qué tiene para decir, ya que es la persona que con su gol ha salvado la vida de un fiscal de Polonia. Zanetti declara: "Es increíble que mi gol salvase la vida de una persona, pero la verdad es que yo siempre juego para ganar y eso fue lo que hice en aquel partido contra Inglaterra. Confieso que me gustaría mucho conocer personalmente a la persona que cree que vive gracias a mí".
Todos los integrantes de la banda permanecen presos y piensan, ante tanto tiempo que les otorga la privación de la libertad, una nueva oportunidad para saborear del deleite que concede la venganza. Pero eso sí, deben agregar otro riesgo a las investigaciones de sus futuras víctimas, debido a la ocupación permanente del fútbol en la pantalla chica.
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