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"Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol".

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Cuestiones iniciáticas

domingo, 29 de mayo de 2011


Acepto que hay lugares y contextos diferentes para ciertas publicaciones, pero así como existen espacios diagramados arbitrariamente, pienso que se los puede burlar arbitrariamente también. Por tal motivo, utilizo este sitio "inadecuado" para este post, sin simulacros y sin hacer creer lo que no es. Sepan disculpar este atrevimiento presente y los próximos futuros, ya que lo repetiré.


El tema de esta nota es la muerte, pero no la muerte en sí como aquel proceso final de la vida de los seres vivos, sino la muerte como entidad abstracta, como concepto a aprehender en los primeros momentos en que se conoce su existencia, que generalmente resulta ser cuando uno es un niño y no comprende (aunque de grande sucede lo mismo) sobre cuestiones ontolólicas.


Si hay alguna situación que disfruto en la literatura o el cine es la cuestión iniciática de los personajes. Por tal motivo me impactó Nick Adams, el alter ego de Hemingway, con sus primeros pasos en el amor, la soledad, el alcohol, el horror humano, la muerte y otros tantos temas más. Y anoche disfruté con un diálogo sencillo pero complejo a la vez que vi en la película alemana El lazo blanco (Das Weisse Band), que como dato adicional puedo aportar que fue la que compitió en los Oscar del 2009 con la ganadora argentina, El secreto de sus ojos. Los que dialogan en este extracto que hago del film son: un niño de cinco o seis años y su niñera, y hablan sobre la muerte, concepto que ella conoce (se podría decir) pero que él comienza a descubrir. Los dejo con la charla y ojalá la disfruten como yo.

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Publicado por Gastón Pereyra a las 16:11 0 comentarios    

Etiquetas: Escritos

El superclásico: una de Tarantino

martes, 17 de mayo de 2011

Pasó el superclásico y mi vida sigue igual o más triste que antes. Durante toda la semana me ofrecieron un buzón y lo compré, pero creo que de ahora en más no voy a meter la mano en la billetera nunca más por este motivo. El partido lo vi con expectativas, no puedo negarlo, pero tampoco puedo ocultar que disfruté más después con Lanús/Vélez, o con mi segunda vez de Bastardos sin gloria por Cinecanal (Brad Pitt hablando en italiano con la pera hacia afuera paga la película). Recuerdo que la primera vez la vi en el cine de Corrientes y Montevideo, y también recuerdo que a la salida, caminé y discutí (intercambié opiniones) con N sobre el film. A N le había desilusionado cómo Tarantino había manejado algunas cuestiones como la relación entre historia y ficción. Yo le dije que, cuando uno va a ver una película de Tarantino sabe qué va a ver y no puede exigirle de más, y no necesité aclararle los ingredientes que su cine suele incluir: sangre, acción, violencia, ironía, cinismo, suspenso, logradas ambientaciones y algunas características más que se me escapan ahora. En ese momento N no quedó muy conforme con mi respuesta, y ahora que lo pienso mejor puedo aseverar que verdaderamente no fue muy inteligente lo que le dije, ya que lo que me estaba planteando era otra cuestión, que en su momento no logré entender. N no me hablaba de características, recursos o herramientas cinematográficas, sino del manejo que se puede llegar a hacer de una figura histórica como Hitler dentro de una ficción como la que había observado, pero yo, incapaz de comprenderlo lo minimicé.

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Publicado por Gastón Pereyra a las 13:24 2 comentarios    

Etiquetas: Escritos

la paradoja del partido perfecto

miércoles, 4 de mayo de 2011

Alonso, Alonsito para los amigos y familiares. Periodista conocido por su pasado glorioso en cuanto a su gran conocimiento del fútbol argentino, pero de flaco presente debido a que se aisló en su domicilio hace tantos años que ya perdió la cuenta. Hace un tiempo atrás, su esposa me recibió en su domicilio y cuando le expliqué el motivo de mi presencia, me adelantó que Alonsito podría no recibirme y me pidió disculpas. Yo le agradecí su sinceridad y esperé afuera su respuesta, mientras recordaba que en el diario no aceptaban ninguna clase de excusa si no regresaba a la redacción con, por lo menos tres mil caracteres para llenar aunque sea una columna para la edición matutina.


Alonsito finalmente aceptó mi visita y me atendió acostado en su cama sin preocuparse por ocultar su deteriorada imagen. “Como ese escritor uruguayo estoy”, fue lo primero que me dijo, “desde hace tiempo ya”. “¿Como Onetti?”, le pregunté. “Ese mismo”, me respondió. “Ya no me queda más que esperar”, volvió a hablar. No le pregunté qué cosa esperaba; pero imaginé su respuesta y preferí que no me la dijera. Su actitud era completamente de espera y era consciente de que se encontraba en el ocaso de una vida, que ya había cesado su voluntad de vivir.


“Nada de preguntas estúpidas como son todas las que me hacen los periodistas que he conocido”, me anticipó antes de que comenzara la entrevista. “Sólo te voy a contar una historia”, continuó “y espero que sirva para tu trabajo. Y si a los de tu diario no les interesa, a mí menos que a ellos”.

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Publicado por Gastón Pereyra a las 14:14 0 comentarios    

Etiquetas: Escritos

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