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El abuelo de la alegría

jueves, 29 de diciembre de 2011


Cosas que me pasaron durante la infancia
me están sucediendo recién ahora.

Arnaldo Calveyra




Quisiera tener un abuelo como Arnaldo Calveyra pero no lo tengo. Que me lea cuentos y poesías con su voz pausada y tierna; con la profundidad en su mirada que evidencia una vida plena vivida, con una alegría conseguida a fuerza de entusiasmo, y con ese pelo tan blanco y tan fino, que como estigmas de maíz se acumulan desparramadas sobre sus sienes. Y que tenga la misma sonrisa que tiene Arnaldo. Lo mejor que puede ofrecer una cara es una irrepetible sonrisa. Una que enternezca. Una que genere envidia y a la vez transmita serenidad. Así vale la pena soñar. No sólo con un abuelo sino también con uno como Arnaldo, que es capaz de decir: "el maizal canta y no es metáfora. No es necesario saber de música para darse cuenta de eso, tan evidente, tan obvio."


Necesito a alguien que me cuente historias: anécdotas inventadas, imaginadas, ficticias. Tengo necesidad de escuchar narrar a un otro. Deseo que me narren. No a mí, sino que me cuenten relatos. Que me despierten la imaginación con hechos fantásticos y personajes extraños. Historias de fútbol, policiales, de aventuras, de suspenso; historias, al fin. Pero necesito imperiosamente que me sean narradas oralmente, y por Arnaldo Calveyra.


En los próximos días me van a regalar un libro de Arnaldo. Y será mi propia voz la que, a través de sus palabras, haga que recorra sus poesías. Y serán mis ojos los que me lleven de una oración a otra, pero no estará la voz de Arnaldo, tan tierna y con su falta de dicción, que enternece aun más. Podré decirle a otra persona que me lea los poemas de Arnaldo, pero ya lo sé: no será lo mismo. Y me tendré que conformar con algo al fin de cuentas.


No es tan inalcanzable lo que deseo y lo es al mismo tiempo. Tal vez es un capricho de verano, tal vez me acompañe toda la vida. Y me conformaré con leer sus versos con mis ojos, y lo más probable es que también los disfrute. Pero si pudiera elegir: desearía que me lo leyera el mismo Arnaldo. Pero está lejos y ni siquiera sabe que existo. Pero sé que si se lo pidiera, accedería sin reproches, pero no hay manera. Vivimos en mundos muy distintos y él debe tener a sus propios nietos para leerles lo que ellos prefieran. Y a mí, tal vez me alcance con sus libros y alguna voz prestada, que aunque no sea la de Arnaldo, disfrutaré como pocas veces.






Ver entrevista de “Los siete locos”:


Publicado por Gastón Pereyra a las 16:40    

1 comentarios:

gp dijo...

"En los próximos días me van a regalar un libro de Arnaldo"

la voz pasiva se usa cuando el sujeto de la acción no importa, es secundario...

mmmm

30 de diciembre de 2011, 9:56  

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