Hace un tiempo llegó a mi poder un carta. Me la dio un primo mío que trabajaba en la AFA (Asociación del Fútbol Argentino). Parece ser, que había dado con ella por casualidad y como le pareció bastante particular, decidió quedársela.
La guardó muchos años, y un día cuando lo fui a visitar, charlando de distintas cuestiones, recordó aquel escrito que le había llamado poderosamente la atención y me lo mostró. Les soy sincero, cuando lo leí, quedé atónito y sin respuestas, pero con un montón de preguntas.
Está claro, que mi primo no me las pudo responder, así que le pedí prestada la carta por un tiempo y decidí comenzar una investigación por mi cuenta.
Por la fecha que figura en ella, se evidencia que fue enviada hace unos diecisiete años al presidente de la AFA Julio Grondona, por un padre, cuyo hijo participaba en la liga infantil de fútbol de la Ciudad de Rosario.
Leerla en el momento en que la encontró mi primo es muy distinto a leerla en estos días. Porque en aquel tiempo uno de los protagonistas era un ignoto niño, pero hoy su situación ha cambiado radicalmente, ya verán por qué se los digo.En la epístola, se habla de un video que acompaña lo escrito, que ilustra y sustenta lo expresado en ella. Sin saber de qué manera, decidí seguir el rastro para encontrar esa cinta. Me llevó mucho tiempo de búsqueda, pero finalmente pude dar con aquellas imágenes. Al verlas, mi sorpresa fue inmensa. Después de revisarlas minuciosamente pude comprobar la necesidad de escribir aquella imperiosa demanda por parte de ese padre. Así que ahora, con la posibilidad de tener en mi poder todas las partes del rompecabezas, decido hacerlo público.
No quiero contar nada más por mi parte, ya que la carta es bastante explícita y concluyente. Sólo me queda transcribirla. Simplemente, agregaré que las palabras que siguen, expresan la impotencia y el desespero, la angustia y la impaciencia de alguien que intentó poner fin a una circunstancia que iba más allá de una lógica normal del comportamiento humano.
Lo que sigue es la carta:
Rosario, 2 de junio de 1993
A Julio Humberto Grondona
De mi mayor consideración,
Me tomo el atrevimiento de escribirle estas líneas sin conocerlo personalmente. El motivo de esta carta es difícil de expresar y más, que no soy muy compañero de las palabras, pero para definirlo rápidamente, podría decirle que está en juego la felicidad de muchos niños de la Ciudad de Rosario.
Se preguntará señor Grondona, qué tiene que ver usted con la felicidad de unos niños que no conoce y que habitan una ciudad a trescientos kilómetros de la capital Federal. Pasaré a explicarle claramente, así comprende mi verdadera angustia.
Todo comenzó hace, si no recuerdo mal, cerca de tres meses, cuando llegó a mis oídos un comentario que no quise creer al escucharlo. La frase que me dijeron fue la siguiente: “hay un niñito de cinco años que juega como Maradona”, pero me aclararon, “no como cuando Diego tenía su misma edad, sino como el mejor Maradona, el del Nápoli o el del mundial 86”. Inmediatamente pensé lo que pienso siempre que me hablan de algún pibe que pinta para crack y como es costumbre en estos lugares, tratan de agrandar para generar algún dinero extra, así que le resté importancia.
A la semana siguiente, un lunes, otro señor, padre de un chico que juega para El Porvenir, me dijo algo similar, y además agregó algunos datos más. Me confirmó que este jugador era del club Abanderado Grandoli, y que era increíble verlo gambetear. Me insistió en que era tan bueno que podía jugar solo y no necesitaba de sus compañeros para que su equipo se llevara los tres puntos de un partido. Resulta que el equipo en el que participa el hijo de este hombre, lo enfrentó el sábado anterior cayendo derrotado por 5 a 0, y los cinco goles de los contrarios los marcó esta clase de Paturuzú en miniatura.
Pasó otra semana y en nuestro club se comenzó a hablar más de lo normal acerca del próximo partido que venía. El fixture marcaba que debíamos enfrentar a Abanderado Grandoli por la cuarta fecha del torneo. Cuando digo debíamos, estoy hablando del equipo en el que juega mi hijo Marquito. Yo, como notará, me siento parte del club. Ayudo con el buffet los días de los partidos y hasta organizo rifas para la compra de botines, camisetas y otros elementos.
En esos días previos, haciéndome el desentendido, pregunté cuál era el problema de enfrentar a Abanderado Grandoli, y me respondieron un nombre que nunca más olvidaré y espero tener la suficiente salud en el futuro como para poder comprobar lo que imagino puede llegar a ser. Ese nombre fue "La pulga" Messi. Así como se lo escribo: apodo y apellido.
Me hablaron del niño como si hablaran de Distéfano y hasta sentenciaron un resultado para el próximo sábado por la tarde. El más optimista dijo que perderíamos 3 a 0, y es inútil contarle que daban al tal “Pulga” como autor de todos los goles ajenos.
El día del partido llegó. Perdimos 7 a 0 y los siete goles, tengo que confesarle, los hizo este chico Messi. Usted se sorprenderá Don Julio, pero esto no es lo importante que quiero decirle. Lo que verdaderamente me preocupa es otra cuestión y se la cuento a continuación:
Usted sabe, que no hay nada más lindo para un niño que poder disfrutar de la etapa en la que están, tanto mi hijo como todos los que integran esta Liga infantil, y que no hay nada más dichoso que jugar en un fútbol en el que todo es absolutamente plena diversión. En el que poco importa perder y no existen las presiones que tienen por ejemplo, cuando los jugadores llegan a ser profesionales. Pero sí hay algo, que no puedo permitir como padre que soy, y es que los niños pierdan la capacidad de disfrute, como la tiene cualquier niño en este mundo que se precie de tal. Y como proyecto los próximos años si esto continúa como imagino puede hacerlo, debo actuar antes de que sea demasiado tarde.
El dilema es que este chico de apellido Messi, no deja jugar a los demás, no les permite disfrutar del juego, porque es un juego al fin de cuentas lo que hacen. Y cuidado que no lo digo sólo por mi hijo y el club al que pertenece, sino que esto le sucede a los de los otros clubes y aunque no lo crea, hasta a los propios compañeros de este chico.
¿Por qué pasa esto? Es simple Don Julio: hace todo él. Los goles los hace él, corre por todos lados, no para un segundo. Lo más divertido que puede existir en este deporte es tener la pelota y patearla, y de los treinta minutos que dura el partido, la tiene en sus pies entre veinticinco o veinte seis.
Si presta atención le envío un video que yo mismo filmé el día en el que este pibe Messi enfrentó al equipo de mi hijo, como para que pueda comprobar que no le exagero cuando le escribo estas palabras.
Si observa, la cinta dura tan sólo dos minutos con doce segundos. No quise extenderlo más porque, le soy sincero, sentí lástima de los otros chicos. Si se fija bien, para cuando se cumple el segundo veintidos, el jovencito Messi ya ha convertido un gol. Nuestro equipo se dispone a sacar del medio, y cuando nuestros chicos van a hacerlo, no alcanzan a dar siquiera un primer pase, que ya les vuelve a robar el balón para tenerlo nuevamente en sus pies. Nuestros niños sólo corren y están aburridos de hacerlo cuando lo enfrentan. Mi hijo es uno de los de verde. Es parecido a mí, ya que yo también fui un gran jugador. En el video no puede demostrarlo porque la pelota la tiene siempre el mismo pero le aseguro que juega bastante bien.
Ya he realizado la queja a la confederación de la liga Rosarina pero no me han dado respuesta alguna. He hablado con varios de los padres que tienen hijos integrando la liga y hasta pensamos en organizar otra liga diferente, pero si este tal “Pulga” quiere participar en ella no podemos negarle la posibilidad de estar, porque nos dijeron que podríamos ser denunciados por discriminación. Así que sin otra posibilidad, recurro a usted señor presidente.
Lo que quiero pedirle Don Julio, si me permite, es que pueda actuar con la mayor responsabilidad y seriedad que el caso amerita, que es como usted nos tiene acostumbrados. Que busque alguna posibilidad para darle un final feliz para todos, ya que este chico tiene derecho de jugar, pero siempre y cuando no le robe la felicidad a cientos de otros chicos que tienen sus derechos también.
Con otros padres pensamos como posibilidad que pueda ir a jugar a otro lugar. Otro país, tal vez. Dicen que en España e Inglaterra tienen buenas inferiores. Quién le dice que encuentra un nivel más parejo al suyo y todos se divierten por igual.
Un sobrino de mi madre que vive en España me dijo textualmente que el club Barcelona tiene una "cantera de la ostia", así que debe querer decir que son realmente buenos. Por ahí, podría ser una chance que diera un solución a este problema.
Desde ya, le pido disculpas por este atrevimiento, pero sepa que lo hago no sólo por mi hijo, sino también en representación de todos los que integran esta liga tan querida en la ciudad.
Espero la mayor reserva de su parte y que pueda ayudarnos con los años de experiencia que tiene en el mundo del Fútbol. Sé que este chico Messi no es el culpable, pero nuestros hijos tampoco los son.
Atte.
Jairo Salinas
Ver el video encontrado:
3 comentarios:
Muy buena la historia. Hay una leyenda parecida de un jugador de un pueblito de la prov de Bs.As, pero la diferencia es que este debia jugar porque la publicidad de la camiseta de su equipo hacia alusión al chico. Investiga.
Yo también conozco esa historia!! en la versión que a mi me contaron, el tema de la camiseta fue una estrategia para que no sacaran al pequeño jugador. Lo que no recuerdo es quién quería que se fuera... si los del equipo contrario, o su propio equipo!
Parece ser que todos conocen esa historia. Voy a averiguar porque nunca la escuché en mi vida. Les aseguro que no la robé!
Publicar un comentario