me están sucediendo recién ahora.
Quisiera tener un abuelo como Arnaldo Calveyra pero no lo tengo. Que me lea cuentos y poesías con su voz pausada y tierna; con la profundidad en su mirada que evidencia una vida plena vivida, con una alegría conseguida a fuerza de entusiasmo, y con ese pelo tan blanco y tan fino, que como estigmas de maíz se acumulan desparramadas sobre sus sienes. Y que tenga la misma sonrisa que tiene Arnaldo. Lo mejor que puede ofrecer una cara es una irrepetible sonrisa. Una que enternezca. Una que genere envidia y a la vez transmita serenidad. Así vale la pena soñar. No sólo con un abuelo sino también con uno como Arnaldo, que es capaz de decir: "el maizal canta y no es metáfora. No es necesario saber de música para darse cuenta de eso, tan evidente, tan obvio."